El pollo al disco, conocido mundialmente como «chicken á la disk», es un receta bien nuestra que nació de la creatividad campera. Hay dos versiones sobre su origen que si bien no son coincidentes entre sí, confirman la veracidad del objeto investigado.

En Huinca Renancó se dice que una primavera de 1927, un gaucho de origen vasco: Alcides Evaristo Molar invitó a sus amigos más cercanos a compartir una comida y hacer la previa con juegos de aquel entonces como la Taba y las Bochas. El matarife encargado de traer el asado nunca apareció pero Alcides, de ningún modo, quería terminar la reunión y, mucho menos, irse a dormir con el buche vacío. Miró a su alrededor y se dedicó a pensar por largas horas y finalmente repasó mentalmente todo lo comestible que había en su ranchada:  Una gallina ponedora, un gallo y dos pollos ya entrados en anca. Demasiado poco para tirarlos a la parrilla.

En su huerta Tenía unos ají morrones del tamaño de una sandía, nadie sabe cómo lograba sacarlos tan grandes, quizás por el agua de la cuenca del desaguadero que viajaba subterránea, lo cierto es que mentalmente se imaginó la combinación pollo y ajíes y tras meditarlo un rato más: lo tiró al grupo: vamos a comer unos pollos a la cacerola, dijo. Estuvieron todos de acuerdo e incluso hubo uno que tenía en el sulky algunas papas que había intercambiado por granos en el Ramos Generales. Al rato, vino Alcides con los pollos en una carretilla y recién ahí se percató que resultaba imposible que todo eso entrara en su pequeña olla de soltero. Alguien balbuceó un insulto al matarife que nunca llegó con el asado pero el anfitrión, una vez más, encontró la solución: “acá atrás tengo el disco que ayer mismo usé con los caballos, si sacamos uno, le soldamos un borde y ahí tendremos una olla”. Soldar a esa hora y en esa época resultaba una tarea titánica, ya que se hacía con arco y con gas, y el único sol de noche tampoco alumbraba tanto. Sin embargo, algo hicieron porque el destacado que salió en un diario pampeano del mes siguiente confirma el invento culinario. En ese escrito de sólo tres líneas se menciona al disco de arado como utensillo de cocina pero nada se refiere al pollo y, menos aún, a Don Molar. Cosas que siempre ocurren con los héroes anónimos y los grandes medios de comunicación.

Los descendientes de aquellos comensales dicen que la primitiva preparación no llevaba cebolla, que la misma se incorporó a la receta a mediados del siglo XX. Sí, fue parte el esencial vino blanco que le otorga ese toque particular. Resulta que, entre pitos y flautas, el pollo, los pimientos y las papas lo pusieron sobre el disco prácticamente cuanto cantó el gallo.Y fue quizás la oscuridad que aún reinaba, que hizo tropezar a Alcides con la raíz del alcanforero que, como saben, emerge en la tierra como un submarino. Ahí fue que derramó sin querer en el disco prácticamente toda la jarra del vino blanco dulce que traía tras vaciar la damajuana.  El resto es pan comido.

Acá una receta de un bonaerense de Derecho a cocinar.

Ingredientes

2 pollos de campo grandes

6 chorizos

2 cebollas grandes

1 morrón colorado

1 morrón amarillo

2 zanahorias

C/N vino blanco o cerveza rubia

1/2 litro caldo de ave

1/2 litro puré de tomate

C/N pimentón dulce y de hojas de laurel

Sal y pimienta  a gusto

Preparación

Precalentar bien el disco de arado. Rociar el disco con aceite de oliva y dorar el pollo junto con 6 chorizos, unos 20 minutos, girándolos. Reservar. Dorar en el mismo aceite dos cebollas, un pimiento colorado y uno amarillo (todo cortado en juliana) y dos zanahorias cortadas en ruedas finas.

Levantar el fondo de cocción con vino blanco o cerveza (dejar evaporar bien el alcohol). Agregar medio litro de caldo de ave y 500 cm3 de puré de tomate. Agregar el pollo y los chorizos, previamente sellados y dorados.

Condimentar con pimentón dulce, hojas de laurel, sal y pimenta a gusto. Mezclar bien, tapar y cocinar unos 25 minutos más, hasta que espese la salsa. Acompañar con papas rústicas al horno o con arroz previamente cocido.