POCHITA E HIJOS – Dirección: RUTA E 53 S/N 5115 La Granja, Córdoba
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¿Cuántos quisiéramos traer a las abuelas de vuelta así sea unos minutos? Y poder sentir esos mimos que nos hacían desde la cocina, esas recetas arriba de la cocina a leña con esas materias primas sacadas de su propia huerta. Sabores y aromas que tenemos impregnados y que nos recuerdan a esa calidez que alguna vez recibimos y forjaron nuestra identidad. Ese viaje introspectivo y emocional se puede conseguir sin necesidad de ninguna búsqueda paranormal o de ciencia ficción haciendo los papeles de Marty McFly o el Doc Emmett. Simplemente hay que darse una vuelta por las hermosas sierras chicas cordobesas y aterrizar en lo de Pochita, el comedor que regentea junto a su familia.
Para empezar Pochita en sí misma es para llevártela para la mesa de luz, es encantadora por donde la mires, todo lo dice con pasión y miestras relata se le llenan los ojos de momentos vividos. En su adolescencia aprendió todos los secretos de la cocina en la hostería paterna. Es una mujer empoderada que se la bancó solita cuando la mano le vino torcida e hizo de todo para mantener a sus recién nacidos, no le esquivó el cuerpo a tareas –llegó a lavar colectivos- que en aquel momento eran supuestamente para hombres. Cuando arribó a la cocina ya estaba curtida en muchos aspectos y puso al servicio del comensal cosas aprehendidas y probadas. Por ejemplo, la trilogía de dulces caseros que tiene en su carta es exactamente igual al mejor exponente que hayas probado de tu árbol familiar. No sé cómo lo logra, porque esas cosas no se le preguntan a una dama, pero si vos probás la empanada de Pochita automáticamente dejarás de ver lo que tenés alrededor, se anula la percepción de la realidad. Posta. Incluso con la compañía que fuiste y si estás solo más fuerte aún es el efecto. Logra trasladarte a un momento de felicidad con la comida y ahí, mientras vas mordiendo esa carne cortada a cuchillo, te suspendés en el aire y sólo percibís ese grato recuerdo que anida en tu lóbulo izquierdo. ¿Era el izquierdo o el derecho?

No alcanza con una degustación sola porque te recomiendo que pruebes la lasaña, los ravioles –son doce las variedades de pastas-, el guiso de cordero al disco, el lomo al verdeo, mariscada a la crema, cabrito a la llama y el infaltable pollo a la piedra (que tiene un condimento que no comparte). Su hijo Marcos es el todoterreno más silencioso y de bajo perfil que jamás vas a conocer y heredó esa magia materna, al igual que Marité (tiene otra hija que también la descose con otro emprendimiento culinario) que terminan de consolidar un trío monumental.
Las paredes hablan dicen los poetas urbanos y el templo de Pochita es un fiel ejemplo, no queda casi espacio en todos los muros de su reducto. “Es muy raro que alguien que venga no pida un fibron o lapicera para escribir algo en las paredes. Hay gente que viene y busca su escrito de hace varios años y se encuentra”, dice.

En las cosas del amor la cuestión siempre es de viene y va, por eso Pochita dice que fue ampliando su restaurante con el aporte de clientes, desde arquitectos a gente que “ad honorem” la fue ayudando a dejar listo el restaurante actual. “La perserverancia, constancia y calidad es lo que he sabido llevarles a mis clientes y hoy y siempre me lo reconocen. Es el amor que vos ponés para todo, porque si hacés las cosas sin amor….” (ladea la cabeza de lado a lado).








